Antes de las siete y media de la tarde comenzaban a llegar las bandas de los tres pasos. Llegada la hora, se abrían las puertas de la Parroquia de Santiago para recibir la Cruz de Guía, donde en el patio de la misma ya estaba preparado el paso de misterio.
Un par de minutos después de que saliera la Cruz de Guía, Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Misericordia se disponía a realizar su salida. Imponente siempre este misterio. Majestuoso. Chicotá a chicotá se fue reflejando el sol en el rostro del Señor, que avanzaba para buscar la Carrera oficial. El Santísimo Cristo de la Expiración hizo lo propio minutos después, el cual tenía el tramo de nazarenos más largo. Hizo su salida casi enterrado en el monte de claveles, y tras ella, reviró y paró bajo la torre del templo. Durante unos momentos el sistema de elevación tuvo pequeños problemas para elevar la imagen, pero fueron solucionados. Y tras él, la Reina de Santiago escoltada de largos capirotes morados salía de la Parroquia muy poco a poco.
Uno de los momentos más emotivos, antes de llegar al Arco de Santa María, es sin duda su magistral entrada en Carrera oficial. Pero si hay que quedarse con un lugar encantado por esta cofradía, es la calle Fernández Pintado, donde allí les aguardaba el Arco. Algunos sabían de su especial sentido este año en ese lugar.
El primero de los pasos se acercaba con paso firme, derrochando arte, revirando pasito a pasito. Pasó bajo la bóveda exterior. Ahí queó. Y con unas palabras de sentimiento y amor, el capataz, Jose Antonio, dedicó la más fuerte de las levantás a la memoria de Concepción Álvarez Romero, que fuera mujer del actual Hermano Mayor y camarera de la Dolorosa, fallecida el pasado mes de diciembre. Lágrimas, nostalgia, cariño... Sus hermanos no la olvidan, y Jose Antonio decía: como siempre, cada una de las velas encendidas del paso va para nuestros hermanos fallecidos, este año vamos a recordar a una de ellos que nos dejó no hace mucho. Expulsión de sentimientos donde ya el Nazareno de la Misericordia recreándose se acercó hasta el Convento de las Hermanas de la Cruz de vuelta a su templo, donde las monjas salieron a recibir a los tres pasos.
El Santísimo Cristo de la Expiración llegaba minutos después. Y, con una llamada de martillo íntimamente dirigida a los costaleros, el Rey de Santiago se elevó a lo más alto para recordar a la camarera. Las lágrimas volvieron a los ojos de sus hermanos y conocidos allá en el Arco de Santa María.
De costero a costero, así na' más, revirando entró la Virgen de los Dolores hacia la calle Fernández Pintado. El paso llevaba en el respiradero delantero, una vara de presidencia en memoria de su camarera, con lazo negro anudado. Bajo el Arco, se rezó el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria en memoria de Conchi. El capataz, tras esto, anunció: Yo no os voy a llamar. Y mientras se levantaba a pulso, el capataz se giró hacia el Hermano Mayor y se dieron un fraternal abrazo. Sin lugar a dudas, el Arco es el lugar emblemático de la cofradía, pero tan emotivo el paso de la Hermandad por este lugar, hacia mucho que no se recordaba.
La Cruz de Guía llegaba a la Plaza de Santiago con minutos de adelanto, como casi cada año, y debido a la escasez de nazarenos delante del paso de misterio, éste entró casi a la vez. A la llegada del Cristo de la Expiración, un año más, sonó aquel Padrenuestro en forma de saeta, donde el silencio en la plaza se hizo enseguida. Algo parecido pasó con la llegada de la Dolorosa, donde todos los asistentes cantaron el Ave María al son de Encarnación Coronada. Pasadas la una y media de la madrugada, la Hermandad de Santiago vio concluida su salida procesional.
Una estación de penitencia que daba ejemplo de cofradía: la compostura de sus nazarenos, el andar tan exquisito de sus tres pasos, la música seleccionada en el momento preciso, las grandes bandas que acompañaban los Titulares... Un Martes Santo que es uno de los días más esperados de la Semana Mayor, ver como asoma cada uno de los Tres Reyes que habitan la Parroquia de Santiago por el dintel de su templo.
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