Llegó el Miércoles Santo. El ecuador de la Semana Santa. La Hermandad de San Gil salía de su templo con calurosas temperaturas que hicieron que la plaza no se llenase del todo. Sin embargo, los ecijanos estuvieron allí. Comenzó la Cruz de Guía su estación de penitencia y, ya desde la plaza, los penitentes caminaban tras ella. Cientos de personas. Todas con un mismo objetivo: la promesa, el ruego y la oración.
Para muchos, el paso de misterio de la Coronación de Espinas es el que mejor anda de cuantos hay en Écija. Habrá quien le guste, habrá quien no, pero es prácticamente lo cierto. En todo el itinerario el paso iba a compás de la marcha, acorde con la banda, chicotá a chicotá, levantando sentimientos. Antes de llegar a Carrera oficial, dos nazarenos de su cortejo tuvieron que ser atendidos tras desmayarse debido a las altas temperaturas.
El Santísimo Cristo de la Salud, esperado por todos, comenzó a pasear por su pueblo, ese que tanto lo quiere y lo mima. Ese que tanto le reza, ese que tanto le ruega. Miles de oraciones recogió durante su caminar por Écija, siempre levantando pasiones y grandes cúmulos de sentimientos. Indescriptible el fervor y la devoción.
Tras su Hijo, Nuestra Señora de los Dolores, la Señora de San Gil, La Lola del Altozano como hubo quien la calificó en su entrada. Este año llamaba nuevo capataz a su palio, el cual llevó a la Reina disfrutando durante todo el recorrido.
Al igual que pasa con el Martes Santo en el Arco de Santa María, la cita irremplazable de esta cofradía (exceptuando la dificultosa Cuesta de San Gil) es la Plaza de Nuestra Señora del Valle, donde allá saluda la cofradía a la Patrona astigitana. Mientras anochecía, el misterio reviraba hacia la Virgen del Valle, en una eterna chicotá que parecía no querer acabar nunca. Emotivos momentos. La levantá, a pulso y al son de la marcha, estuvo dedicada al L Aniversario de María Santísima de la Amargura. Un año más, los corazones se encogieron cuando el Señor de la Coronación quedaba bajo el dintel de Santa Cruz. Casi entraba. Mejor no se pudo hacer.
El Señor de la Salud llegaba ya de noche, y parándose frente a frente a la Patrona, muchos ecijanos contemplaron en una misma imagen toda su devoción.
La Virgen de los Dolores llegaba a la plaza al son de Amarguras, mientras que la revirá la hacía con Encarnación Coronada, donde toda la plaza cantó el Ave María ante ambas imágenes. Una vez puesta frente a la Virgen del Valle, la cual parecía que hasta sonreía, las primeras trabajederas se inclinarion en forma de reverencia hacia la Madre de todos los ecijanos.
La Virgen de los Dolores llegaba a la plaza al son de Amarguras, mientras que la revirá la hacía con Encarnación Coronada, donde toda la plaza cantó el Ave María ante ambas imágenes. Una vez puesta frente a la Virgen del Valle, la cual parecía que hasta sonreía, las primeras trabajederas se inclinarion en forma de reverencia hacia la Madre de todos los ecijanos.
Pasadas las doce y media de la noche, el misterio de la Coronación era recibido de nuevo en su barrio por una gran muchedumbre que lo esperaba con ansia. Con varias chicotás antes de llegar a la rampa, el primero de los pasos hacía su entrada en el Templo.
Rozando la una de la madrugada, el Padre de los ecijanos llegaba a la Plaza de San Gil. Las luces se apagaron. Silencio. El Rey astigitano, está aquí. Sonó una saeta antes de la entrada, y por desgracia, la suerte había acabado para el pueblo y su Cristo volvía ya a su Parroquia.
Media hora más tarde hacía lo propio Nuestra Señora de los Dolores, que entró al son de la marcha Rocío.
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